| Los factores que hoy en día influyen con más peso en las decisiones con respecto a la iluminación son los costos y la preocupación por el medio ambiente. Y estas consideraciones suelen ir de la mano, ya que la adopción de tecnologías para el uso racional y eficiente de la energía produce ahorros en el largo plazo. Esta nueva realidad económica y medioambiental también está impulsando el desarrollo de las tecnologías de la iluminación hacia la próxima generación de artefactos de bajo consumo. Dentro de este contexto, el Ing. Schmid nos acerca las nuevas soluciones que existen en el mercado para satisfacer estos nuevos desafíos.
1. Lámparas de bajo consumo
La lámpara de bajo consumo consiste en un tubo fluorescente doblado en diversas formas para reducir sus dimensiones y cuya longitud depende de la potencia en watt que tenga la lámpara, un equipo electrónico y una carcasa con rosca. El diseño del circuito electrónico es el que determina las características de la lámpara en cuanto a vida útil, ahorro energético, etc., y la capa de fósforo o mercurio que hay dentro del tubo determinará la cantidad de luz y el tono de la misma.
Las lámparas de bajo consumo tienen algunas características que será importante tener en consideración a la hora de hacer una elección adecuada:
El grado de eficiencia. Es la cantidad de luz que producen. Pueden ser grado A (muy eficiente), B, C, etc. y llegar hasta el grado G (ineficiente).
La temperatura de color. La temperatura de color es una medida científica para describir el nivel de "calidez" o "frialdad" de una fuente lumínica. Se basa en el color de la luz emitida por una fuente incandescente. Al calentar un hilo de platino, éste cambia de color rojizo a naranja, luego a amarillo, blanco, blanco azulado. El color de la luz emitida por un objeto incandescente depende sólo de la temperatura. Podemos usar esta medida para describir el color de una fuente de luz por su "temperatura de color" y se expresa en grados kelvin (K) a pesar de no reflejar expresamente una medida de temperatura.
Por ejemplo, la luz solar directa corresponde a unos 5.300 K mientras que la luz diurna, mezclada con la luz del cielo, es de unos 6.000 K o más.
La norma DIN 5035 permite clasificar la luz en muchas clases de colores, de los cuales los más comunes son: blanco cálido, con temperatura de color por debajo de los 3.300 K; blanco neutro entre 3.300 K y 5.000 K; y luz fría, por encima de los 5.000 K. Elegiremos tonos cálidos para aplicaciones domésticas, restaurantes, etc.; un tono blanco neutro para ciertas zonas de trabajo, y tonos de luz fría para zonas de trabajo muscular o circulaciones.
El índice de reproducción cromática. Dependiendo del lugar de aplicación y de la tarea visual a realizar, la luz artificial debe procurar una percepción de color adecuada. La capacidad de una fuente de luz de reproducir los colores se mide con el concepto de índice de reproducción cromática (IRC, Ra según algunos países europeos). Este concepto se define por el aspecto que presentan los cuerpos iluminados en comparación con el que presentan bajo una luz de referencia. La determinación de las propiedades de reproducción cromática de una fuente luminosa se realiza iluminando un conjunto de 8 colores de muestra establecidos por la norma DIN 6169, con una luz de referencia y con la luz que se analiza. A menor diferencia, mejor es la reproducción cromática. Una fuente de luz con Ra=100, muestra todos los colores correctamente. Cuanto más bajo es el índice Ra, peor es la reproducción cromática.
La luz diurna y todas las fuentes de luz incandescente y halógena tienen un IRC de 100. Las fuentes con colores muy distorsionados tienen un IRC bajo. En general, a mayor IRC, más natural será el aspecto de los elementos bajo esa fuente de iluminación y más intensos los colores.
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