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Hoy en día, los avances tecnológicos nos permiten trabajar en cualquier momento y en cualquier lugar -desde la casa, desde otra ciudad, desde un aeropuerto o desde la oficina de un cliente-, y esto ha modificado sustancialmente los hábitos de muchas empresas, transformando la rutina diaria frente a un puesto de trabajo en un plug and work. El trabajo se ha vuelto flexible dando lugar a una amplia gama de estilos laborales y de prácticas de empleo.
La respuesta espacial a esta nueva manera de encarar el trabajo se ha materializado en la oficina flexible, una tendencia que apunta a la sectorización del espacio y a una adecuación del mismo a usos específicos tales como áreas de reuniones formales e informales, salas para reuniones confidenciales, phone boxes, áreas de ocio, etc.. La oficina flexible ofrece un amplio menú de posibilidades de acuerdo con los distintos estilos de trabajo y es altamente personalizable.
Aunque para la mayoría de las organizaciones esta tendencia significa un cambio cultural importante, la oferta de entornos de trabajo flexibles puede convertirse en una poderosa herramienta para contratar y retener empleados, además de reportar los beneficios evidentes de la optimización del espacio en el balance de la empresa.
Es evidente que los límites físicos de las oficinas y la forma en que la gente interactúa dentro de esos límites están cambiando aceleradamente. ¿Será el ocaso de la oficina tal como la conocemos?
Tal vez sea cierto, hoy más que nunca, que cuando dos personas se reúnen para trabajar, ya hay una oficina. Pero quizás el debate deba centrarse más en el carácter, la ubicación, el diseño y el dinamismo o la fluidez de las oficinas, que en el hecho de si van a seguir existiendo o no.
Víctor Feingold
Arquitecto
Director FM
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