| De acuerdo con algunos estudios, más del 30% de la energía consumida en los países desarrollados está destinada a la construcción y el mantenimiento de los edificios. Esto incluye tanto la energía necesaria para su funcionamiento -calefacción y refrigeración, iluminación, calentamiento de agua, etc.-, como la energía incorporada en su estructura física: esto es, el contenido energético de los materiales que la componen. Identificar, cuantificar y reducir esta energía oculta es otro paso hacia la eficiencia energética.
La energía incorporada en un material -o su contenido energético- es una estimación de la energía necesaria para extraer las materias primas necesarias, sumada a la energía utilizada para la fabricación del producto terminado y para el transporte hacia su destino final. Hay energía incorporada en cualquier producto manufacturado, y desde esta perspectiva, los edificios representan una enorme inversión en energía a un plazo relativamente largo.
Cada edificio es una combinación compleja de muchos materiales procesados, cada uno de los cuales contribuye al total de la energía incorporada. La suma de la energía necesaria para extraer y procesar la materia prima destinada a cada componente, así como la energía utilizada para transportar el producto terminado hasta el lugar de trabajo y para instalarlo, pasará a formar parte del costo total de la energía incorporada de la estructura completa. Por otra parte, independientemente de cómo se cuantifique la energía incorporada, la energía necesaria para el mantenimiento de un componente individual y su posterior eliminación y reciclado –o cualquier otro modo de disponer de él al final de su vida útil-, también será parte de la ecuación para un determinado material de construcción.
Hasta hace poco se creía que el contenido energético de los materiales de un edificio era pequeño en comparación con la energía utilizada en la operación del mismo a lo largo de toda su vida útil. Por esta razón se destinó más esfuerzo en la reducción de la energía necesaria para el funcionamiento mediante la mejora de la eficiencia energética de las estructuras. Sin embargo, las investigaciones ulteriores han demostrado que esto no es siempre así: el contenido energético puede ser el equivalente a muchos años de energía de operación.
Resulta interesante mencionar que, a medida que la energía necesaria para la operación de un edificio disminuye, la cantidad de energía incorporada en el mismo se convierte en un porcentaje más significativo del uso energético total. Por este motivo, la elección de los materiales y de los principios de diseño tiene un impacto significativo, aún no suficientemente ponderado, sobre la energía necesaria para construir un edificio.
La energía incorporada es una medida del impacto de la construcción sobre el medioambiente.
Cómo medirla
Contrariamente a la energía utilizada en el funcionamiento de un edificio –la cual puede medirse fácilmente-, la energía incorporada en su estructura es difícil de evaluar, requiere una perspectiva que contemple todo el proceso de fabricación y de utilización, y tiene un gran número de variables.
Normalmente, se mide como una cantidad de energía no renovable por unidad de material de construcción, componente o sistema. Por ejemplo, puede ser expresado en mega Joule (MJ) o giga Joule (GJ) por unidad de peso (kg o tonelada) o área (metro cuadrado).
Algunos cálculos no toman en cuenta los costos de eliminación de un material, y poco se conoce sobre las consecuencias a largo plazo de los costos de eliminación de muchos materiales.
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