Ya desde los comienzos de la historia, el hombre optó por refugiarse al abrigo de una cueva en lugar de dormir a la intemperie. Desde entonces, la necesidad de aislación y de protección del medio exterior aparece como una constante que ha dado origen a innumerables estrategias para mejorar la calidad del hábitat y el nivel de confort interior, y cuya evolución ha estado íntimamente relacionada con el desarrollo de nuevas tecnologías constructivas, la aparición de nuevos materiales y la creciente necesidad de ahorro de energía para disminuir los gastos operativos y de mantenimiento. En definitiva, se trata de conseguir una adecuada aislación térmica no sólo como protección frente a las variaciones de temperatura y humedad del ambiente, sino también para lograr un mayor bienestar y la utilización racional de la energía.

Los materiales
La transmisión del calor dentro de un edificio puede disminuirse sustancialmente a través del uso de materiales que resistan el flujo de calor o mediante algún tipo de construcción que logre ese propósito. Algunos materiales estructurales, como la madera y el hormigón liviano, tienen también buenas propiedades de aislamiento. Pero existen materiales no estructurales que ofrecen mayor resistencia al flujo del calor para un espesor determinado y que, por lo tanto, pueden ser más económicos para muchas aplicaciones.

Los materiales aislantes térmicos son, en general, materiales livianos, con un bajo coeficiente de conductividad térmica, es decir: son malos conductores del calor. Muchos de ellos emplean el aire seco como aislante. Algunos son orgánicos de origen vegetal, como el corcho; otros como el vidrio celular, son de origen inorgánico y encierran pequeñas partículas de aire en celdas cerradas. Los materiales granulados, como la piedra pómez, la vermiculita y la perlita, atrapan el aire en recintos relativamente grandes. También hay materiales fibrosos, minerales o vegetales, y espumas termoplásticas entre las cuales se encuentra el Poliestireno Expandido o EPS (Expanded Polyestyrene), del cual nos ocuparemos en este artículo.
El Poliestireno Expandido es un material plástico, rígido y celular derivado del poliestireno, utilizado ampliamente como material aislante y en el sector de la construcción.
La base del EPS es el estireno, un líquido cuyas moléculas se polimerizan para dar origen a las macromoléculas del poliestireno. El estireno se mezcla íntimamente con agua y un agente de expansión. La adición de estos elementos influye en las características del material expandido brindando los distintos tipos de poliestirenos:

• Poliestireno Expandible Estándar: tipo básico utilizado en todas las ramas de la construcción.
• Poliestireno Expandido Difícilmente Inflamable: también denominado “autoextinguible”.

La espuma rígida es elaborada industrialmente mediante preexpansión, estabilización y expansión en moldes.
Durante la etapa de preexpansión las partículas de poliestireno permanecen sueltas en recipientes con agitadores y, gracias a la acción del calor del vapor de agua (entre 90ºC y 105ºC), aumentan su volumen original hasta 50 veces debido a la acción del agente de expansión. Su peso específico aparente, luego de la preexpansión, es función de la duración del calentamiento. Luego se dejan un tiempo en reposo a fin de que el aire penetre en las partículas y las seque, estabilizando así su volumen.
En la etapa de expansión, las partículas de poliestireno preexpandidas y reposadas se colocan en un molde cerrado y se las calienta rápidamente con vapor de agua entre 100ºC y 110ºC. Sufren, entonces, un aumento de volumen y se sueldan entre sí formando las denominadas “espumas rígidas”.

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