Cuando se produce un incendio en un edificio, el humo se extiende con gran rapidez de unas zonas a otras. Por ello es importante que se dispongan las medidas necesarias para evitar su expansión en caso de siniestro, y que la calidad del aire interior sea aceptable, incluso en tan extremas condiciones.
En circunstancias normales, un edificio debe mantener unas condiciones saludables de aire interior en cuanto a limpieza, temperatura, humedad y velocidad. En caso contrario, la calidad del ambiente interior puede tener efectos profundos en la salud de los ocupantes. Cuando un edificio se encuentra en una situación extrema, como la que se origina cuando se desencadena un incendio, el mantener unas condiciones aceptables del medio ambiente interior pasa por evitar que se produzca la extensión del humo y otros productos de la combustión. Esto podrá prevenir lesiones irreversibles e incluso la muerte.
El humo como elemento a evitar
Cuando se produce un incendio en un edificio se generan los llamados productos de la combustión. Además de los residuos sólidos que se producen durante este proceso, podemos clasificar los restantes productos en dos tipos; por un lado están los gases y humos, y por otro, el calor y las llamas.
Suele suponerse erróneamente que las quemaduras causadas por el calor y las llamas son la causa principal de las muertes y lesiones acaecidas en un incendio. Sin embargo, la experiencia ha demostrado que el peligro más grave y común para las personas involucradas en un incendio proviene del humo y los gases de combustión. Casi las tres cuartas partes de las muertes derivadas del incendio de edificios guardan relación directa con estos productos de la combustión. Esto se debe al peligro inherente a estos gases y a la rapidez con que se expanden: en muy poco tiempo pueden alcanzar zonas muy alejadas del lugar donde se originan.
Los gases más nocivos son el monóxido de carbono, el anhídrido carbónico, el sulfuro de hidrógeno y el cloruro de hidrógeno.
El monóxido de carbono es el más peligroso, no tanto por ser el más tóxico, sino por ser el más abundante en un incendio. Debe tenerse en cuenta que en una concentración superior al 1% en volumen, puede producir la muerte instantánea.
El anhídrido carbónico se produce en grandes cantidades en un incendio, estimulando en exceso el ritmo de la respiración, y, en consecuencia, el ritmo de absorción de otros gases tóxicos que pudieran estar presentes. En una concentración del 10% puede causar la muerte si se respira durante unos pocos minutos.
Por otra parte, la presencia de gases provoca otro riesgo: la insuficiencia de oxígeno. El aire normal contiene un 21% de oxígeno. Cuando dicha concentración se reduce a un 15%, la capacidad humana de raciocinio y juicio se ve perturbada; con una concentración inferior o igual al 10%, se puede sufrir un colapso y morir.
Se han expuesto hasta este momento las graves consecuencias para la vida que tendría la exposición de las personas a los gases de combustión y los humos. Para mantener la calidad del aire interior en estas condiciones extremas, se debe disponer en el edificio de los medios adecuados.
Técnicas de control pasivo del humo
Las técnicas de control pasivo del humo se basan en el concepto de compartimentación de larga permanencia, a través de la utilización de medios constructivos adecuados que dividan el edificio en diferentes sectores denominados “sectores de incendio”.
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