Si consideramos que más del 20% de la energía que se consume en un edificio de oficinas está destinada a la iluminación y que, en la actual coyuntura, los costos de la energía no harán más que ir en aumento, entenderemos por qué conviene interiorizarse sobre cuál es la oferta de productos para lograr una mayor eficiencia en la iluminación. Así podremos establecer una estrategia de uso racional de la energía que no sólo ayudará a disminuir los gastos de la empresa sino también a reducir las emisiones de carbono. La eficiencia deberá desempeñar un papel primordial a la hora de decidir.

Las lámparas incandescentes surgieron al final del siglo XIX y fueron la primera forma de generar luz a partir de la energía eléctrica. Su principio de funcionamiento es simple: consiste en hacer pasar una corriente eléctrica por un filamento hasta que alcanza una temperatura tan alta que emite radiaciones visibles para el ojo humano. En 1930 apareció la lámpara de vapor de mercurio y en 1938 se fabricó la primera lámpara fluorescente. Desde entonces, la tecnología ha cambiado mucho, produciéndose importantes avances en la cantidad de luz producida, el consumo y la duración de las lámparas. En la década del 70 surgieron las lámparas fluorescentes compactas, en los 90 los LEDs y es de esperar que la evolución continúe.

Sin embargo, tanto las lámparas incandescentes como las lámparas fluorescentes siguen siendo fabricadas a bajo costo y, por lo tanto, son las que controlan la mayor parte del mercado de la iluminación. Aunque en los últimos años ha habido un movimiento creciente hacia los LEDs con el objetivo de sustituir las incandescentes y las fluorescentes, cuestiones de costo y su tecnología, todavía en desarrollo, han limitado su introducción en el mercado.

A continuación haremos un breve paseo por los distintos tipos de luminaria: sus características, su modo de funcionamiento, su vida útil, sus posibilidades de uso. Todo lo que hay que saber para hacer una buena elección.

· Lámparas incandescentes
La luminosidad en una lámpara incandescente se consigue haciendo circular una corriente eléctrica que produce el calentamiento del filamento a temperaturas superiores a los 600 ºC .

Las lámparas incandescentes son las de menor rendimiento luminoso y las que tienen menor vida útil. Su eficiencia es muy baja, ya que sólo convierten en luz alrededor del 5% de la energía consumida y el resto se disipa en forma de calor. Debido a su bajo costo inicial, a su gran disponibilidad y a sus excelentes cualidades en la reproducción del color, las lámparas incandescentes son las de uso más difundido en el sector residencial. En el sector comercial y de servicios se han ido adoptando las lámparas de descarga, más eficientes desde el punto de vista energético y de su vida útil.

Actualmente, en muchos países se está haciendo este tipo de migración desde las lámparas incandescentes hacia las lámparas de bajo consumo. Australia e Irlanda, por ejemplo, anunciaron que en los próximos años prohibirán el uso de lámparas incandescentes. Pero este recambio plantea algunos problemas de tipo ambiental, ya que mientras las lámparas incandescentes no necesitan ningún tipo de cuidado especial para su reciclado, las lámparas de bajo consumo contienen elementos potencialmente tóxicos, como el mercurio y el cadmio, que necesitan de plantas de tratamiento especial. Por este motivo, resulta imprescindible que las políticas de reemplazo de las lámparas incandescentes sean acompañadas por programas de reciclado que puedan atender la recolección y el posterior tratamiento de las lámparas fluorescentes.


(...) La nota completa, en el número impreso