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La calidad del aire interior tiene un gran impacto tanto sobre los ocupantes, los sistemas y el equipamiento de un edificio, como sobre el edificio mismo. Y es una cuestión de la mayor importancia en todos aquellos espacios dentro de los cuales pasamos gran cantidad de tiempo, como los ambientes de trabajo.
Sabemos que la calidad del aire interior de los edificios tiene un importante impacto sobre la salud, el confort y la productividad de sus ocupantes, y por ende, consecuencias que no sólo se reflejarán en la operatividad del mismo sino también en las finanzas de la empresa.
A medida que se tiene más información en cuanto a la calidad del aire interior y su relación con la estructura del edificio, sus sistemas, el uso del espacio, las características de sus ocupantes y las actividades que se desarrollan, es posible construir edificios nuevos de manera tal de optimizar la calidad del aire interior. ¿Pero qué podemos hacer con un edificio existente que tiene 5, 10, 20, o más años? ¿De qué manera manejamos un edificio existente para alcanzar la mejor calidad de aire posible?
Para comenzar, deberemos entender los estándares y las pautas de diseño con los cuales el edificio fue construido originalmente. Por ejemplo, en los años 70, la crisis del petróleo ocasionó que se pusiera mucho énfasis en el ajuste de la envolvente del edificio en un esfuerzo por reducir la energía requerida para calentar y enfriar el edificio.
Otro tema importante para investigar es la estructura y el uso real del espacio en el momento del diseño original, dado que en la actualidad la filosofía en el uso del espacio ha cambiado. Actualmente, muchas organizaciones utilizan diseños de planta abierta en lugar de los espacios privados compartimentados de uso más frecuente en el pasado. Esto es inevitable; a medida que transcurre el tiempo los edificios experimentan la renovación y remodelación de los espacios interiores y, en muchos casos, los sistemas mecánicos no se modifican para compensar los cambios físicos. Por lo tanto, es posible que los patrones de circulación de aire hayan sido alterados inadvertidamente, creando bolsones de disconfort térmico y/o problemas en la calidad del aire interior. Esto también ocasiona una densidad de ocupación del espacio más alta que aquella con la que se realizó el cálculo original.
A fin de abordar el tema de una manera comprensible y rentable, es recomendable comenzar con una planificación que ayudará al FM a entender mejor el edificio y las actividades que se desarrollan en su interior, siempre con el foco puesto en la calidad del aire interior.
El desarrollo y la puesta en práctica de este plan comprende los mismos tres pasos básicos de cualquier plan estratégico: análisis, organización y ejecución.
El proceso para elaborar un perfil del aire interior del edificio puede comenzar por la identificación de problemas existentes y potenciales. A continuación nos referiremos a los elementos que, en líneas generales, deberían ser motivo de análisis:
· La envolvente. Se debe prestar especial atención al estudio de las condiciones físicas de la estructura. La filtración de agua en el edificio puede ser particularmente perjudicial. Las posibles vías de entrada de agua deben ser identificadas, siendo las más comunes las grietas en los cerramientos, las selladuras agrietadas alrededor de puertas y ventanas, las fallas producidas en la impermeabilización de fundaciones, o en la azotea.
· Agentes contaminantes exteriores. Las áreas exteriores de un edificio pueden ser una fuente de contaminantes. Las tomas de aire de los sistemas de aire acondicionado y los sistemas de ventilación están situadas con frecuencia en áreas ocultas por razones estéticas, por lo cual se debe hacer un examen cuidadoso de las condiciones alrededor de ellas. Algunas de las fuentes exteriores más problemáticas de agentes contaminantes que pueden ingresar dentro de un edificio incluyen:
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