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Desde que, en los albores de la historia, el hombre aprendió a liberar la energía atrapada en los elementos, la carrera tecnológica para poner en marcha fuentes más eficientes a menor costo, no se ha detenido. La disponibilidad de energía, a su vez, dio a la humanidad la posibilidad de explotar con mayor intensidad otros recursos naturales, como el agua, las tierras o los recursos pesqueros, y posibilitó el desarrollo de la civilización.
Desde hace más de 100 años, el petróleo corre por las venas de la sociedad moderna, y no sólo sostiene la voraz demanda energética: una innumerable cantidad de productos que hacen posible nuestra forma de vida -materiales plásticos, medicamentos, agroquímicos, etc.- se extraen del preciado "oro negro". Sin embargo, en los últimos años han aparecido voces de alarma que nos indican que, mientras la humanidad continúa creciendo, el suministro de combustibles fósiles ha comenzado a decaer.¿Qué sucederá en las próximas décadas si, como vienen indicando algunos estudios, estamos iniciando la cuesta descendente de la producción petrolera mundial? Los incrementos en los costos energéticos y el desabastecimiento, parecen ser los escenarios más probables. Reducir el consumo, informarnos, prepararnos, parece ser la forma más sensata para afrontar la crisis que se avecina.
Nuestra sociedad y modo de vida actuales son posibles gracias al uso intensivo del petróleo, pues actividades tan básicas como la industria, la producción eléctrica, los transportes, la construcción, la agricultura, la pesca, la ganadería, la minería, la medicina, etc., son muy dependientes de su disponibilidad. El petróleo cubre el 90% de las necesidades energéticas del transporte mundial, y es materia prima para la elaboración de más de 3.000 productos de uso cotidiano: razones más que suficientes para que una variación en su precio o disponibilidad afecte a todos los sectores económicos.
Si embargo, los tiempos están cambiando: estamos asistiendo a los primeros estadios de una crisis energética causada por las incertidumbres que rodean al suministro global de petróleo. El futuro de esta fuente primaria de energía, fundamental para la marcha de la economía mundial, y en torno a la que se ha construido todo un modelo social, resulta difícil de precisar, ya que existe un gran desconocimiento y opacidad respecto a las reservas reales.
Sin embargo la noticia del agotamiento del petróleo en realidad no es nueva, aunque sí desconocida para mucha gente.
Ya en 1949, King Hubbert vaticinó la poca duración de la era de los combustibles fósiles; fue el primer geofísico en hacerlo. Hubbert se dio cuenta de que la evolución que experimenta la explotación de los pozos seguía una pauta en forma de campana: tras un pausado comienzo se inicia un tramo ascendente de la curva donde el petróleo es abundante, de buena calidad y fácil de extraer, pero en el tramo descendente cada vez es más escaso, costoso de extraer, de peor calidad y de menor pureza. El cenit del petróleo es el término que se aplica a la parte superior de la campana de Hubbert, es decir, al tramo en el que se logra la máxima producción, y se alcanza cuando se ha extraído aproximadamente la mitad del petróleo existente inicialmente.
Más adelante Hubbert comprobó que este modelo podía aplicarse a un conjunto de pozos petrolíferos y, en 1956, dedujo con notable precisión que el cenit de la producción de petróleo de EEUU, que entonces era el mayor productor del planeta, se alcanzaría aproximadamente en 1970. Para la producción mundial, estimó que el cenit tendría lugar a finales del siglo XX o a principios del siglo XXI, y demostró también que si las reservas mundiales se duplicaban, sólo se tardaría una década más en consumir el 80% restante.
El agotamiento total de las reservas no es lo que preocupa a los expertos, sino el cenit de la producción mundial, un fenómeno que ya han experimentado en forma local la mayoría de los países productores de crudo fuera de la OPEP.
Corremos el riesgo, a medida que nos acercamos al cenit de la producción mundial de petróleo (si ya no la hemos pasado), de romper el ya precario equilibrio entre oferta y demanda, con las consecuencias que esto conlleva.
(...) La nota completa, en el número impreso
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