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En julio de 1976, en la ciudad de Filadelfia, un brote de neumonía de origen desconocido mató a 29 personas y enfermó gravemente a otras 180, todas ellas asistentes a un congreso de ex combatientes de la Legión Norteamericana, que se desarrollaba en un hotel local. El agente responsable de la epidemia fue identificado en 1977 y se lo llamó "legionella".
La "legionella" apareció más tarde en otros estados norteamericanos, y en Gran Bretaña, España, Holanda, Francia, obligando en ocasiones a evacuar modernos establecimientos para proceder a la limpieza y desinfección de los sistemas de aire acondicionado y cañerías de agua, en los cuales las bacterias viven, se reproducen y propagan.
En el siguiente artículo nos proponemos saber más sobre este agente de riesgo potencial, que se puede controlar si se toman las medidas adecuadas.
Este triste episodio en la ciudad de Filadelfia, no fue casual. En la década del 70, en pleno auge de la crisis del petróleo, los precios se dispararon y, en los edificios de oficinas, hoteles, restaurantes, centros comerciales, se buscó una reducción de los costos energéticos a expensas –entre otras cosas- de una drástica reducción en la toma de aire exterior para renovación en los sistemas de aire acondicionado central, hermeticidad de aberturas, etc.
Con este nuevo paradigma, el aire que se ha llevado a la temperatura deseada, no se expulsa al exterior sino que reingresa al sistema y recircula una y otra vez por los equipos centrales, y -si el sistema no tiene el mantenimiento adecuado- los contaminantes generados en su interior van aumentando su concentración progresivamente.
Desde hace ya más de una década, distintas investigaciones determinaron que el aire interior en edificios con ventilación mecánica, incide en la salud de las personas, generando distintas patologías sintomáticas o asintomáticas que surgen, principalmente, por deficiencias en los sistemas de ventilación, altos porcentajes de humedad relativa y por el uso de materiales poco apropiados.
Pero lo más importante, desde la perspectiva del Facility Management, es que este riesgo para la salud se puede prevenir atendiendo adecuadamente el mantenimiento de las instalaciones de edificios de uso colectivo que utilicen agua en su funcionamiento o produzcan aerosoles, ya que pueden ser focos de propagación de la enfermedad (sistemas de agua sanitaria caliente y fría, torres de refrigeración, equipos de enfriamiento, humidificadores, piletas climatizadas, fuentes ornamentales, sistemas de riesgo por aspersión, etc.). Estas medidas preventivas se basan, en primer lugar, en eliminar el microorganismo de zonas sucias, mediante un diseño y mantenimiento adecuado de las instalaciones y, en segundo lugar, en evitar la supervivencia y multiplicación del germen, controlando la temperatura del agua y su continua desinfección.
El agente
Para entender mejor cuál será la estrategia de mantenimiento y prevención de nuestras instalaciones, comenzaremos con una descripción e identificación del agente.
Las bacterias del género Legionella forman parte de la flora acuática habitual, que se encuentra en numerosos reservorios y fuentes de agua dulce, aunque se han aislado ocasionalmente en agua de mar. En ambientes naturales, se puede encontrar en lagos, ríos, aguas termales y en el barro, aunque casi nunca se ha implicado a estas fuentes como origen de enfermedad humana.
Desde los reservorios naturales la bacteria coloniza los sistemas de abastecimiento de las ciudades y, a través de la red de distribución, alcanza las instalaciones de agua de los edificios; en las ciudades, su nicho ecológico preferido son las áreas húmedas y calientes de los sistemas mecánicos de grandes edificios, fundamentalmente los sistemas de aire acondicionado, torres de enfriamiento y red de distribución de agua caliente, donde la bacteria puede sobrevivir durante meses, gracias a las condiciones de temperatura idóneas para su multiplicación, protección física y presencia de nutrientes apropiados.
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