|
Desde hace un tiempo, como consecuencia de la globalización económica y de la creciente competitividad, muchas empresas han comenzado a darse cuenta de que pueden mejorar su rentabilidad mediante una mejor gestión de sus recursos inmobiliarios. En este contexto, el Facility Management ya se ha convertido en una actividad estratégica tan importante como la producción, el marketing, las finanzas y los recursos humanos. Efectivamente, el Facility Management no ha inventado ninguna actividad nueva, pero sin la aplicación de este modelo de gestión, las responsabilidades y la coordinación de las tareas entre las diferentes áreas dentro de la empresa, entre los proveedores externos, las empresas instaladoras, las empresas proveedoras de servicios, etc., quedan disgregadas, dando lugar a redundancias, interferencias, aplazamientos y falta de control. Hace unos años, los negocios y la forma de trabajar eran mucho más estables: los edificios se construían para durar largos períodos de tiempo sin sufrir ninguna modificación y los costos de mantenimiento eran muy inferiores a los actuales. Para tener éxito en este escenario polifacético y cambiante, la primera labor del Facility Manager deberá ser planificar. Y después, ser consecuente con esa planificación y realimentar el proceso: medir aquellos parámetros y variables que permitan tener un conocimiento puntual y preciso del estado de los elementos a gestionar y que, a su vez, alerten sobre las medidas a poner en marcha, para después procesar toda la información, corregir, modificar y volver a planificar. |