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Estamos, en la actualidad, viviendo un gran proliferación de la tecnología inalámbrica. Los argumentos de venta nos informan que la PC, el teclado, el mouse, o el teléfono, funcionan sin cables, y anglicismos como cable-free, wireless o cordless, nos dicen que podemos estar permanentemente conectados. Sin embargo, el progreso tecnológico en el sentido más amplio, siempre ha sido asociado con riesgos y peligros, tanto percibidos como reales ¿Estamos ante un nuevo tributo al desarrollo? ¿Cuál es, en este escenario, el papel que le cabe a los organismos internacionales y las reglamentaciones locales para definir los límites de seguridad para las personas?
¿Qué son los campos electromagnéticos?
Los campos eléctricos tienen su origen en diferencias de voltaje: cuanto más elevado sea el voltaje, más intenso será el campo resultante. Los campos magnéticos se crean cuando circula una corriente eléctrica: cuanto más alta sea la corriente, más intenso será el campo resultante. Un campo eléctrico existe aunque no haya corriente. Si circula una corriente, la intensidad del campo magnético variará con el consumo de la potencia, mientras que la intensidad del campo eléctrico permanecerá constante.
En el medio en que vivimos, hay campos electromagnéticos por todas partes, aunque son invisibles para el ojo humano: se producen campos eléctricos por la acumulación de cargas eléctricas en determinadas zonas de la atmósfera por efecto de las tormentas; el campo magnético terrestre provoca la orientación de las agujas de los compases en dirección Norte-Sur y los pájaros y los peces lo utilizan para orientarse.
Además de las fuentes naturales, en el espectro electromagnético hay también fuentes generadas por el hombre: para diagnosticar, por ejemplo, la rotura de un hueso, se utilizan los rayos X; la electricidad que surge de cualquier tomacorriente lleva asociados campos electromagnéticos de frecuencia baja; diversos tipos de ondas de radio de frecuencia más alta se utilizan para transmitir información, ya sea por medio de antenas de televisión, estaciones de radio o estaciones base de telefonía móvil.
Una de las principales magnitudes que caracterizan un campo electromagnético (CEM) es su frecuencia, o la correspondiente longitud de onda. El efecto sobre el organismo de los diferentes campos electromagnéticos es función de su frecuencia. Ondas con frecuencias más altas (longitudes de onda más cortas) transportan más energía que las ondas de menor frecuencia (longitudes de onda más largas). Algunas ondas electromagnéticas transportan tanta energía que son capaces de romper los enlaces entre las moléculas.
De las radiaciones que componen el espectro electromagnético, los rayos gamma que emiten los materiales radioactivos, los rayos cósmicos y los rayos X, tienen esta capacidad y se conocen como "radiación ionizante". Las radiaciones sin energía suficiente para romper los enlaces moleculares se conocen como "radiación no ionizante".
Las fuentes de campos electromagnéticos generadas por el hombre que constituyen una parte fundamental de las sociedades industriales (la electricidad, las microondas y los campos de radiofrecuencia) están en el extremo del espectro electromagnético correspondiente a longitudes de onda relativamente largas y frecuencias bajas y no son capaces de romper enlaces químicos.
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